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Macky Sall, aniquilador de la democracia senegalesa y apoyo moral de la Fundación Mo Ibrahim?

Ocurre que la historia tropiece. Pero cuando se hunde voluntariamente en la amnesia, entonces la indignación se convierte en un deber. Al integrar a Macky Sall en su junta administrativa, la Fundación Mo Ibrahim da la espalda a sus principios fundamentales y da carta blanca a uno de los dirigentes más criticados de la historia política senegalesa por su descontrol autoritario, su desprecio hacia las instituciones y su política económica basada sobre el endeudamiento desbocado y la falsificación contable. No obstante, la fundación se había marcado como misión, desde su creación, la de “promover una gobernanza ejemplar y un liderazgo responsable” dentro del continente africano. Mediante el Índice Ibrahim de la Gobernanza en África (IIAG), evalúa concretamente la calidad de las instituciones, la democracia, el Estado de derecho y los derechos de las personas. Sin embargo, si se aplicara estrictamente estos criterios a Macky Sall, su perfil resultaría ser más contraejemplo que modelo. ¿Es necesario recordar que la misma Fundación, en sus informes, expresó sus preocupaciones en cuanto al retroceso democrático y a las restricciones de las libertades en muchos países, incluyendo Senegal bajo Macky Sall? 

Un legado democrático abrumador

El legado de Macky Sall no es el de un constructor, sino de un aniquilador testarudo de la democracia senegalesa. Durante su presidencia, el Estado de derecho ha sido metódicamente vaciado de su sustancia: instrumentalización de la justicia con fines políticos, amordazamiento de la prensa, encarcelamientos masivos de opositores políticos, cortes arbitrarios de Internet, disolución de partidos y de movimientos ciudadanos, manipulación de calendarios electorales, intentos de golpe de Estado institucional – la lista es larga, desoladora, documentada. Pero más aún, su régimen las manos manchadas de sangre. Entre 2021 y 2024, decenas de manifestantes pacíficos fueron matados por las fuerzas de seguridad. Las cifras ya hablan por sí mismas: estudiantes, jóvenes militantes, simples transeúntes murieron en las calles de Dakar, de Ziguinchor, de Bignona o de Saint-Louis, por ejercer un derecho fundamental y constitucional: el de resistir. Estos muertos no son simples atropellos policiales. Son los testigos silenciosos de un régimen que, en nombre del orden, prefirió gobernar mediante el terror. 

El informe Afrobarometer de 2023 confirma esta realidad: más de la mitad de los Senegaleses (53%) consideraban que su país ya no era una democracia efectiva. Este número demuestra una pérdida de la confianza popular hacia las instituciones, consecuencia directa del “método Macky Sall” caracterizado por la duplicidad, la concentración autoritaria del poder, y de un uso cínico de la “razón de Estado” para justificar lo injustificable. 

El fracasado intento de cumplir un tercer mandato no era un error de juicio, sino la culminación de un proyecto madurado desde hacía tiempo, apoyado por una casta de políticos y consultores internacionales remunerados para interpretar la Constitución. El episodio del decreto del 3 de febrero de 2024, por el cual suspendió el proceso electoral en vísperas de la campaña presidencial, fue unánimemente condenado como un golpe de Estado constitucional,  incluso por el Consejo constitucional senegalés. 

Un dirigente sin escrúpulos y sin transparencia 

El otro pilar del “legado” de Macky Sall, que la Fundación Mo Ibrahim parece haber subestimado, es el desastre económico y financiero que ha dejado al pueblo senegalés. Como lo revelaron los informes del Tribunal de cuentas, infravaloró sistemáticamente la deuda pública, ocultó los déficits presupuestarios, pidió préstamos fuera de presupuesto y violó la ética de la gobernanza pública. En un contexto de crecimiento desigual, donde más del 37% de la población vive bajo el umbral de pobreza, la fastuosidad de los grandes proyectos ocultó una ausencia patente de inclusividad y de durabilidad. La juventud senegalesa, condenada a trabajar en el sector informal precario, pagó el altísimo precio de esa política de endeudamiento al servicio de intereses privados y clientelismos.  

El discurso que Macky Sall reivindica desde su exilio dorado en Marruecos, identificándose como “hombre de paz”, contrasta violentamente con la realidad de su régimen. La paz con la que se identifica es la de los cementerios de la democracia. Uno no reconstruye una legitimidad internacional sobre las ruinas de un país al que contribuyó a dividir y debilitar. 

La Fundación Mo Ibrahim, garante moral en cuestión

El desafío aquí va más allá del caso de Macky Sall. Se trata de cuestionar la coherencia ética y la credibilidad de la Fundación Mo Ibrahim en sí. ¿Puede seguir reivindicándose como barómetro imparcial de la gobernanza africana promoviendo a figuras que representan el exacto opuesto de sus valores? 

Seguramente, la institución tiene derecho al error. Pero tal nombramiento no puede ser interpretado sino como una capitulación moral o, peor, como una instrumentalización política de su prestigio al servicio de la respetabilidad de los antiguos autócratas. 

En un continente donde la confianza entre las poblaciones y las élites se rompe a menudo, donde las nuevas generaciones reclaman liderazgos transparentes, democráticos y responsables, este tipo de decisión debilita la lucha común por la soberanía popular, la justicia y la rendición de cuentas. 

Aceptar a Macky Sall dentro del restringido círculo de los “sabios” de la gobernanza africana, es oficializar el doble discurso: el lenguaje florido de la democracia en los informes internacionales, y las prácticas autoritarias sobre el terreno. Es considerar como insignificante la violencia institucional, las corrupciones de procedimiento, la represión de libertades, en nombre de una pretendida estabilidad.

La Fundación Mo Ibrahim, si pretende seguir siendo fiel a su misión, debe reconsiderar este nombramiento, o al menos, explicitar los criterios éticos sobre cuales fundamenta tal decisión. África se merece algo mejor que la reconversión dorada de sus antiguos autócratas. Se merece a líderes de ruptura, no a aniquiladores reciclados. 

Firma la petición para pedir la destitución de Macky Sall del Consejo de la Fundación Mo Ibrahim